viernes, 2 de septiembre de 2016

Pachacámac, dios del sustento

Federico Kauffmann Doig
Universidad Peruana Simón Bolívar
A Jorge Álvarez von Maack
HOMENAJE DEL AUTOR

SUMILLA
El autor plantea que la divinidad Pachacámac representada en el ídolo que los españoles
destruyeron en 1532 y la vara hallada por Alberto Giesecke 1938 representan a un mismo
ente divino. Agrega que desde los albores de la civilización que tuvo su desarrollo en el Área
Inca (o Andina), este numen fue el mismo, por más que variaran sus nombres y
representaciones en la iconografía a lo largo de los tres o cuatro últimos milenios. A pesar del
aspecto demoniaco con que era representado, lo denomina Dios del Agua debido a que ejercía
poderes omnímodos sobre los fenómenos climáticos y estaba siempre presto a castigar a la
humanidad desatando anomalías climáticas destructoras de las sementeras. Su benevolencia
se aseguraba solamente con ofrendas y sacrificios en su nombre.

PALABRAS CLAVE
Pachacámac, Irma, religión, Vara Giesecke, cronista Estete, qhoa

El dios Pachacámac, al parecer originalmente Ychma (¿=Vicha-ma?) o Irma, venerado en el
santuario del mismo nombre, era reverenciado desde tiempo inmemorial por pobladores de la
costa central y norteña (Rostworowski 1972, 1999). Éstos acudían en romerías al ahora sitio
arqueológico de Pachacámac, para escuchar al oráculo que les vaticinaba particularmente las
condiciones climáticas que con frecuencia afectaban la normal producción de los alimentos,
especialmente cuando se presentaba el fenómeno de El Niño (El Niño Southern Oscillation).
Asimismo, para presenciar y participar en las acciones mágico-religiosas dirigidas a exorcizar las
referidas anomalías atmosféricas, que se presumía eran desatadas por una especie de Dios del
Agua, denominado así por su carácter de gobernante supremo del líquido vivificante, pero de
carácter demoniaco ya que castigaba con prolongadas sequías, friajes, lluvias torrenciales u
otros fenómenos climáticos que hacían que asomara el fantasma del hambre (Kauffmann Doig
1992, 1996, 2003a, 2003b, 2012). Los azotes atmosféricos se sentían también en la región
andino-costeña, donde no se presentan precipitaciones pluviales pero cuyos campos de cultivo
dependen de las condiciones meteorológicas producidas en los espacios andino-cordilleranos.

Vista general del complejo arqueológico de Pachacámac
(Federico Kauffmann Doig Historia General de los peruanos 1, p. 369/
Dib. Luis Ccosi Salas 1960)

El Templo del Sol o Punchaucancha
Ffoto Museo de Sitio de Pachacámac / Cortesía Denise Pozzi-Escot

LA DIVINIDAD EN LA VARA GIESECKE. Foto izquierda VOCES, cortesía Amalia Cornejo Cavero. Foto derecha MUSEO DE SITIO DE PACHACAMAC, cortesía Denise Pozzi-Escot


Esto es, carecían de agua cuando dejaba de llover en la sierra, pero cuando las lluvias eran
excesivas debían soportar avalanchas aluviales o llocllas, conocidas popularmente como
huaycos.
El monumental complejo arquitectónico de Pachacámac se levanta en el valle bajo de Lurín,
dando frente al mar (Bueno 1982; Franco y Paredes 2016; Jiménez Borja 1985; Pozzi-Escot
2011; Pinasco 2010; Ravines 1998; Uhle 1903). Comprende construcciones de diversas etapas,
incaicas y preincaicas, datando las más antiguas de los albores del primer milenio antes de
Cristo. Las mismas se caracterizan por su forma piramidal, trunca y compacta, y las más
antiguas por el empleo en su construcción de adobes pequeños, conocidos como “adobitos”.

Luego de que los incas ocuparan la zona, construyeron la estructura conocida al presente como
Templo del Sol, de proporciones mayores al primigenio en Pachacámac. En el monumento que
erigieron, al parecer, siguieron rindiendo culto a la antigua divinidad cuyo nombre original se
estima fue Ychma (¿=Vicha-ma?) o Irma, tan solo rebautizándola como Pachacámac. Esta voz
es quechua, cuya etimología fue desvirtuada tal como veremos luego. Al parecer reconocieron
que Irma o Pachacámac no era, en el fondo, más que la misma divinidad de máxima jerarquía,
venerada en el Área Inca desde muy remotos tiempos. Por eso mismo, los incas siguieron
adorando a la antigua deidad que hallaron en Pachacámac. Esto continuó hasta la irrupción de
la hueste española en el santuario, en 1532, capitaneada por Hernando Pizarro.

Según refiere en su crónica Miguel de Estete (ca. 1534), quien fue testigo ocular de los
acontecimientos, la divinidad Pachacámac era representada en “un madero hincado en la tierra
[que] presentaba la figura de hombre hecha en la cabeza de él, mal tallada y mal formada”. A
juzgar por la descripción que de aquella estatua hace el citado cronista, esta debió representar
la imagen de Irma (Vitshma) - Pachacámac, venerada desde tiempos anteriores al Incario y por
lo mismo de muy antigua data.
Pasados cuatro siglos de la destrucción del ídolo por los europeos, en 1938, Alberto Giesecke
ubicó en el santuario de Pachacámac una vara de madera tallada con la figura de un personaje
sobrenatural, esculpido en el sector superior de la misma. Curiosamente, la escultura recuerda
la descripción de la imagen que proporciona Miguel de Estete (ca. 1534). Por lo mismo, existe
la presunción de que podría tratarse de una réplica de la figura de la divinidad Pachacámac
tallada en el madero que fue destruido por Hernando Pizarro. En el pasado réplicas en madera
de la imagen del dios Pachacámac abundaban en el santuario. Sobre el particular, Estete
enfatiza que por “todas las calles del pueblo, y las puertas principales […] tienen muchos
ídolos de palo”. Es por ello que se considera que el madero descubierto por Alberto Giesecke,
y que al presente conserva el Museo de Sitio de Pachacámac, debe ser una de las tantas
réplicas antiguas de la divinidad venerada que existían originalmente en Pachacámac.

La vara de madera hallada por Giesecke mide 2,35 metros de largo y fue tallada en alto relieve
con diversos motivos por todos sus contornos. La corona una escultura que representa la
imagen de un dignatario. El sector inferior del madero es llano, ya que esta parte de la vara no
era visible y solo servía para hincarla en el suelo, de tal manera que las representaciones
talladas lucieran verticalmente.

La imagen del personaje sobrenatural al que ya hemos aludido, tallada a la redonda en la parte
superior del madero, se duplica como para que el dignatario fuese admirado tanto de frente
como por el lado posterior. De costado se advierte claramente los dos rostros divergentes. Las
diferencias que presentan las dos figuras del personaje son de segundo orden. Una de ellas es
la asociación de una de las figuras a mazorcas de maíz, visibles en una especie de faldellín que
cubre el abdomen del personaje, al igual que una de las figuras subsidiarias de alto rango
tallada en la vara. Además, registra una serie de otras figuras subsidiarias en altorrelieve.

Debemos señalar que los rostros vistos de frente recuerdan a las máscaras de la cultura
Lambayeque, lo que no es de extrañar ya que esta última tiene también raíces de Tiahuanaco-
Huari o Wari, que se remontan laxu sensu a la segunda mitad del primer milenio de nuestra
era. Lo que llama la atención en la vara descubierta por Giesecke es que en ella fue tallada una
escena representada todavía en el siglo XVI, en kheros coloniales, en la que se advierte la
imagen de un arcoíris asociado al motivo rayo que remata en ambos extremos en dos cabezas
del felino qhoa (Kauffmann Doig 2003a: 66, 2003b: 66, 2011, 2015: 126).

Los motivos en altorrelieve presentes en lo que sería el pedestal sobre el que aparece parado
el dignatario, son también diversos. Algunas imágenes corresponden a felinos trazados de
perfil. Consideramos que son representaciones del qhoa u oscollo (Oreilurus jacobita), del mito
todavía vigente que refiere que un felino se desplaza por los aires al momento de producirse
las tempestades u otros fenómenos atmosféricos. Posteriores indagaciones en parajes
desolados de la puna nos permitieron corregir nuestra inicial propuesta, al indicarnos que los
qhoa no eran una forma en la que se representaba el supremo gobernante de los fenómenos
atmosféricos, una especie de Dios del Agua que se materializa en los apus o ciertas montañas
sagradas, eran sus servidores o acólitos a los que ordenaba anunciar lluvias o en su defecto
generar granizadas u otras calamidades climáticas dañinas de la producción agraria (Kauffmann
Doig 2011).



1. El Arcoíris con sendas cabezas del felino qhoa en ambos de sus extremos, presente en la Vara Giesecke de
Pachacámac. Este motivo se repite ocho veces, y en otros casos con ligeras variantes. Qhoa, asumiendo su forma
de tan solo un felino aparece figurado de perfil en cinco oportunidades y por lo general luciendo su cuerpo el
motivo circular que venimos interpretando como gotas de agua (=lluvia).
2. El motivo anterior -un arcoíris rematando en cabezas de felino- curiosamente presente en un dibujo Moche.
Adviértase la imploración del chamán por la lluvia, figurada en forma de gotas (=lluvia), así como el hecho de que
tiene capturados a los qhoas o felinos voladores del mito todavía vigente. Y es que de acuerdo al relato mítico,
los qhoas son acólitos de la divinidad suprema, un Dios del Agua que les ordena producir la lluvia o en su defecto
causar anomalías climáticas afectando de este modo la producción de los alimentos. Se presumía que para evitar
estas calamidades era menester tributarle y sacrificarle (Federico Kauffmann Doig: Historia y Arte en el antiguo
Perú Tomo V, p. 756).
3. El mismo motivo de arcoíris presente en la vara de Pachacámac, en un khero inca-colonial. Nótese la presencia
de personajes soportando una copiosa lluvia, pero que da lugar a que florezcan las plantas como lo simbolizan
los motivos asociados. Al respecto es también de subrayar el simbolismo a que apuntan las cabezas de qhoas
coronadas por una planta. Y es que en el mito, los qhoas no son imaginados únicamente como portadores de
inclemencias climáticas: de ser ordenados por el Dios del Agua anuncian y provocan lluvias que permiten generar
los comestibles (Federico Kauffmann Doig: Historia y Arte en el antiguo Perú Tomo VI, pp. 894-895).


La denominación Pachacámac no significa “hacedor del mundo”, como se viene asumiendo.
Alude a un numen con facultad de fecundar, esto es de “animar la tierra”, tal como lo subraya
Garcilaso de la Vega (1609). Consiguientemente, proponemos que Irma o en su defecto
Pachacámac no fueron sino representaciones de lo que venimos llamando Dios del Agua, ente
que era la divinidad que con su líquido vivificante, sus aguas, fecundaba a la Diosa Tierra o
Pachamama. Solo de este modo, “animándola” -volviendo así a emplear el término utilizado
por Garcilaso para fecundar- es que estaba facultada a donar los comestibles indispensables a
la vida.
Este planteamiento es también respaldado por las noticias que recoge Miguel de Estete (ca.
1534) al comentar la divinidad representada en la vara decorada de Pachacámac, que mandó
destruir Hernando Pizarro en 1533. Refiere al respecto que ésta “les da a la gente maíz y
buenos temporales”. En este contexto se debe finalmente señalar que, en sus tempranos
escritos, ni Miguel de Estete como tampoco Hernando Pizarro, aluden a una “divinidad solar”.
Como venimos exponiendo desde hace más de veinte años basados en información de orden
iconográfico y etnográfico, en el antiguo Perú, salvo entre la élite cusqueña, el Sol no debió ser
considerado más que tal vez la personificación de la divinidad suprema que venimos calificando
de Dios del Agua, numen que se materializa en los Apus o montañas imponentes, consideradas
todavía al presente deidades en parajes altoandinos (Kauffmann Doig 1992, 1996, etc.).

BIBLIOGRAFÍA

BUENO (Alberto)
1982 “El antiguo valle de Pachacámac”. Boletín de Lima 24. Lima.

ESTETE (Miguel de)
ca.1534 “Relaciones de la conquista del Perú” (Colección de Libros y Documentos referentes
a la Historia del Perú / Segunda serie, 8:356. Lima 1924). MS.
FRANCO (Régulo) y Ponciano PAREDES
2016 Templo Viejo de Pachacamac: dioses, arquitectura, sacrificios y ofrendas. Lima.

GARCILASO DE LA VEGA (Inca)
1609 Primera parte de los comentarios reales, que tratan del origen de los yncas, reyes
qve fueron del Perv, de sv idolatría, leyes, y gouierno en paz y en guerra: de sus vidas
y conquistas, y de todo lo que fue aquel imperio y su república, antes que los
españoles passaran a el. Escritos Por el ynca Garcilasso de la Vega, natural del
Cozco, y capitan de su majestad. Dirigidos a la serenísima princesa doña Catalina de
Portugal, duqueza de Bargança, &c (Emecé Editores S.A. Buenos Aires 1943). Lisboa.

JIMÉNEZ BORJA (Arturo)
1985 “Pachacamac”. Boletín de Lima 7, pp. 40-54. Lima.

KAUFFMANN DOIG (Federico)
1992 “La plaga humana y el fantasma del hambre”. Moneda (Banco Central de Reserva
del Perú) 48, pp. 37-38. Lima.
1996 “Gestación y rostro de la civilización andina”. Lienzo (Revista de la Universidad de
Lima) 17, pp. 9-55. Lima.
2003a “Andean gods: gods of sustenance”. Precolombart 4/5 (2001-2002), pp. 55-69.
Barcelona.
2003b “Los dioses andinos: dioses del sustento / Andean gods: Goods of sustenance”.
Precolombart 4-5 (2001-2002), pp. 55-69. Barcelona.
2011 “El mito de Qhoa”. Arqueología y Vida 4, pp. 237-240. Trujillo.
2012 “Apu y Pachamama / los supremos dioses del antiguo Perú” (V Congreso Nacional
de Historia). Lima. MS.
2015 Sexual Magic in Anciente Peru / an academic analysis. Lima.

PINASCO CARELLA (Alfio)
2010 Punchaucancha. Templo Inca del Sol / en Pachacamac (Dios, Astros, Hombres y
Muros). Lima.
PIZARRO (Hernando)
1533 “La relación del viaje que hizo el señor capitán Hernando Pizarro por mandado (sic.)
del señor gobernador, su hermano, desde el pueblo de Caxamalca a Pachacama y
de allí a Jauja”. Los cronistas de la conquista / selección, prólogo, notas y
concordancias de Horacio H. Urteaga, pp. 77-98. París 1938. MS.

POZZI-ESCOT (Denise)
2011 Pachacamac: revalorando el patrimonio arqueológico (Ministerio de Cultura). Lima.

RAVINES (Roger)
1998 Pachacámac. Santuario universal. Editorial Los Pinos E.I.R.L. Lima.

ROSTWOROWSKI (María)
1972 “Breve ensayo sobre el Señorío de Ychma o Ychima”. Arqueología PUCP 13, pp. 37-
51. Lima.
1999 El señorío de Pachacámac (Instituto de Estudios Peruanos / Banco Central de
Reserva). Lima.

UHLE (Max)
1903 Pachacamac (Report of the William Pepper Peruvian Expedition of 1896 /
Department of Archaeology of the University of Pennsylvania). Philadelphia.



viernes, 20 de mayo de 2016

Alcances

Señor de Qoylloriti


Se trata de una festividad religiosa que se desarrolla el 20 al 24 de mayo, en las faldas del nevado Ausangate, en la provincia de Quispicanchi – Cusco. 
Dicha actividad  se remonta a los años de 1780 con una historia que se hizo popular, trata de un niño de origen mestizo llamado Manuel, el cual se le apareció a Mariano Mayta (un niño quechua), que pastoreaba en las alturas del nevado en mención. Se hicieron  amigos y posteriormente el padre de Mariano al enterarse, fue a ver a su hijo en las alturas, quedando sorprendido al notar que su ganado había aumentado. En recompensa mandó comprar ropa nueva para Manuel, debido a que el tipo de tela que portaba era similar al usado por el obispo del Cuzco, por los comentarios crecientes, las autoridades eclesiásticas enviaron una comisión en búsqueda del niño aludido.

Un sacerdote local intentó atraparlo y cuando lo consiguió, el niño se transformó en una imagen sobre la piedra. Mariano (el niño quechua) murió de la impresión y fue enterrado bajo una piedra, en donde Manuel fue visto por última vez. La piedra bajo la cual fue enterrado el niño quechua, atrajo a un gran número de devotos indígenas quienes le encendían velas con la finalidad de darle un sentido cristiano a dicho acontecimiento, posteriormente las autoridades religiosas de esa época ordenaron el pintado de la imagen de un Cristo crucificado sobre la piedra a la cual  se le empezó asociar como el Señor de Qoylloriti.

Sin embargo Duccio Bonavia como investigador de trayectoria, bajo la óptica de la arqueología, manifiesta que donde se congregan los peregrinos que se dirigen al Santuario del Señor de Qoylluriti. Las pinturas de dicho abrigo fundamentalmente representa a camélidos, pero hay también unos pocos canidos y unas siluetas esquemáticas que podrían ser humanas. La visita que hacen los peregrinos al abrigo son para waturikuy, es decir para preguntar, adivinar con la ayuda de las pinturas. Es importante saber que el cerro Moro wisa es la deidad de la zona, conocida como Roal. Y la morada de este espíritu es el lugar donde se hallan las pinturas. En estas comunidades indígenas el ganado es considerado como un préstamo en respuesta a las correctas y adecuadas relaciones del hombre con la divinidad. Y para poderse comunicar con ella, hay que hacer una ceremonia en la que se entregan hojas de coca. Y uno de los pedidos de estos pastores de la puna al Señor de la Nieve Blanca, es decir a Qoylluriti, es que él permita el aumento de los hatos de llamas y alpacas, ordenando que ello se cumpla al espíritu del cerro Moro wisa, que es el controlador de la fertilidad (Paz Flores, 1988: especialmente: 218-222). Considero que esta es muy significativa y que nos demuestra que las pinturas forman parte de una cosmovisión compleja y cuya vitalidad sigue presente.

Texto tomado del Prefacio de Duccio Bonavia en el libro
El arte rupestre del Antiguo Perú
Jean Guffroy 1999

viernes, 22 de abril de 2016


En la presentación que hace el colega Enrique Vergara Montero dice:

Don Federico Kauffmann Doig, respondió en una entrevista, que luego de un terrible sismo en
Chachapoyas, sus padres huyeron precipitadamente del lugar y se desplazaron a Chiclayo, donde le tocó nacer. Pasado el susto, sus padres regresaron de nuevo a Amazonas.

Allí, asistió a la escuelita de Camporredondo; con nostalgia trae a su fértil memoria el nombre de algunos de sus compañeritos, especialmente su "cumpa" Olegano Cubas; como también no deja de pronunciar con respeto y veneración a su notabilísimo maestro, el chachapoyano don Luis Homero Chumbe.

Por designios del destino, curiosamente su promoción del Colegio Nuestra Señora de Guadalupe en Lima, lleva el nombre de Julio C. Tello, lo que acaso influyó en que decidiera estudiar la profesión de Arqueología en la Universidad Mayor de San Marcos. Más tarde, le fue
indispensable culminar sus estudios en la carrera de Historia, para completar su formación y abordar con mayor seriedad el estudio del pasado ancestral del Perú.
 
Federico Kauffmann Doig, es uno de aquellos hombres de la Arqueología peruana que goza de un amplísimo reconocimiento, tanto en el siglo pasado como en este siglo, su presencia siempre estará acuñada en los manuales o textos que se escriban sobre la Historia del Perú, simplemente por su infatigable actividad de investigación como acreditan sus cientos de artículos y decenas de libros publicados en cada año de su fructífera vida. Es un arqueólogo prolífico, que cultivó todos los géneros de las ciencias sociales Arqueología, Antropología, Historia y Etnología, y algunos de sus monumentales libros constituyen éxitos editoriales en el Perú y el extranjero.

Efectivamente, son más de 400 articulos y decenas de libros. Para elaborar cada artículo y libro Don Federico Kauffmann Doig, pone de manifiesto su aguda sensibilidad, disciplina y gran capacidad crítica, apoyadas por una riquísima información de campo, que registra y al mismo tiempo ilustra, haciendo de su obra un valioso documento de agradable asimilación, perdurable y científico.

No puedo negar su servicio a la Patria, con persistente defensa de la integridad de nuestro patrimonio arqueológico, como lo refiere él mismo ".....cada día en muchas oportunidades, desde mi trinchera personal y por lo mismo débil, lo que me impedía salir adelante con mi lucha contra personas corruptas que atentaban contra el patrimonio arqueológico, eran las que capitaneaban el lnstituto Nacional de Cultura (lNC)..."; irónicamente es propuesto como Director del Instituto
Nacional de Cultura, manifestando al Presidente García que, si bien aceptaba honrado el cargo que le ofrecía, aquello significaba tener que incursionar en el mismo "lnfierno del Dante" y esto sin la "mano protectora de Beatrice....", sin más ni más el presidente no vacilo en cambiar su decisión, invitándole a que fuera a Alemania en calidad de Embajador. En esos años, al margen de las funciones diplomáticas, se ocupó de difundir en Europa las riquezas de nuestro grandioso patrimonio arqueológico.

De toda su frondosa producción bibliográfica, la obra que marcó nuestras vidas, fue su monumental libro: MANUAL DE ARQUEOLOGÍA PERUANA, editada en 1969, por la editorial PElSA; la cual encaminó y selló nuestra identificación profesional como arqueólogos, y que sin conocer al autor, se convirtió en un gran maestro cotidiano, que nos llevó de la mano a conocer la trama
admirable de nuestras diversas culturas pre-hispánicas que florecieron en estas tierras andinas. Come lo refieren: Roger Ravines (2011): "Los estudiantes universitarios, y, por qué no decirlo, los propios arqueólogos tuvieron en ese reclamado Manual el dato necesario al alcance de la mano, o la pluma. Naturalmente, que no siempre se ha tenido la hidalguía de reconocer su valor, minimizando su interés y soslayando su importancia. No hay que olvidar que en los años setenta se instalaba definitivamente en el gremio, el fenómeno de la intriga, importado de la sierra central, y se hacía patético en la mente ofuscada de unos pocos  Lorenzo Huertas Vallejos, reafirma (2011):".....él MANUAL DE ARQUEOLOGÍA PERUANA, dio muchas luces sobre todo a los maestros del Perú, simultáneamente organizó el "Primer seminario de historia del Perú”, para los profesores primarios y secundarios, afluyeron de todo el Perú, quienes le brindaron su reconocimiento y agradecimiento".

A partir de la década de 1980, el Dr. Federico Kauffmann Doig ha dedicado sus mejores esfuerzos a estudiar la zona donde pasó sus años infantiles y que él denomina los Andes Amazónicos, fruto de ello, tenemos sus admirables libros: Los Chachapoya(s): Moradores ancestrales de los Andes Amazónicos peruanos (Lima 2003) y Constructores de Kuélap y Pajaten, los Chachapoyas (Lima 2010), son libros de síntesis y búsqueda, un intento de aprehender a los ancestros de esos purunmachos que pueblan los farallones del Utcubamba y sus tributarios.

Hoy, como consecuencia de nuestro ejercicio profesional, he logrado cimentar una gran amistad con el Dr. Kauffmann, al que reconozco a través de esta semblanza:
FEDERICO KAUFFMANN DOIG

Fe y coraje
En cada minuto
De tu vida
Entregaste para
Rastrear el
Infinito mundo del hombre andino ancestral, tanto de
Costa, sierra y selva. Tu
Objetivo fundamental fue la totalidad, alada a tu sagaz observación. Eres el

Káiser de Arqueología Peruana, imponiendo
Amor y pasión inmensa por este milenario
Universo peruano que supiste estudiar con
Finesa, en cada
Fuente, vasija, textil, adobe, piedra y metal década cultura
Magistral que supiste admirar y sigues
Ayudando con tus años añejos a difundir y valorar en cada
Nación del mundo, en cada peruano que
Navega en tu brillante: “Manual de Arqueología Peruana”

Divinidades del antiguo hombre peruano con sus iconos y sus
Odas míticas, supiste decodificar, como fiel e
Intrépido artífice de la filigrana, a cuestas con tu
Generosa sabiduría de amauta, y así, en honor a la verdad, convirtiéndote en un hombre de una sublime sencillez y humildad.

Revista Arqueológica SlAN l Edición 27

El Mate Pirograbado Peruano

Revista Arqueológica Sian N° 25





Presentación
Nuestros antepasados fueron pueblos que plasmaron su cosmovisión en los abrigos  rocosos, piedras, cerámica, metales, textiles, construcciones de barro y piedra, y en los mates, Este
último muy poco estudiado. Fueron los trabajos arqueológicos en Huaca Prieta, en donde Junius Bird en el año 1946 presentó un mate pirograbado conformado por 4 caras cuya datación era de 2500 años a.C., siendo la representación más conocida. En esas excavaciones se pudieron recuperar más de 10000 fragmentos de mate.

Enrique Vergara Montero, con una beca de la Dumbarton Oaks, comienza esta nueva aventura de documentar el corpus iconográfico de los mates que se encuentran en museos y colecciones privadas tanto nacionales como extranjeras. Es así que llega a registrar más de 1600 mates
con motivos muy variados, que van desde simples formas geométricas, hasta elaboradas temáticas barrocas, pasando por dibujos de flora y fauna.

Este trabajo llena el gran vacío que se tenia en lo referente a la iconografía en mates y es un gran aporte para todos los estudiosos del área andina.

Esperamos que este artículo despierte el interés de las nuevas generaciones de arqueólogos a continuar el trabajo de Enrique, y así contribuir a rescatar y aprender del inmenso legado que nos han dejado nuestros antepasados.
Luis Valle Alvarez
Fecha de publicación: Abril del 2016

domingo, 27 de marzo de 2016

11 de Abril Día del Arqueólogo

Julio C. Tello Padre de la Arqueología Peruana


Arqueólogo, sabio, maestro, consagró su existencia por una patria autentica y consciente de su destino. Ha sido una de las influencias más sobresalientes en la conformación y desarrollo de la arqueología peruana.
Se identifico sentimental y emocionalmente con el indígena peruano, estaba ligado a ellos económica y racialmente sintiendo la marginación de las clases gobernantes de aquel entonces.
En la serie de trabajos que realizó Tello; descubriendo y mostrando una civilización adulta. A través de los restos arqueológicos fue confirmando cotidianamente, la antigüedad de lo andino y la diversidad de colectividades, señoríos y reinos, de todas estas sociedades que poblaron en este territorio. Tello divulgó a los 4 vientos el espíritu renovador, bajo el respaldo científico de la arqueología.
Consciente de la marginación y el desprecio a que era sometida la masa indígena... la cristalización de una identidad colectiva, que las clases dominantes siempre preferían desentenderse de su presencia y de lo que ella significaba en la evolución histórica y cultural del país. Tello manifestó: "He aquí la obra de mi raza que vaga proscrita entre las soberbias moles de los andes. Ella es digna de parangonarse con las más avanzadas culturas y civilizaciones del mundo; y si ayer fue capaz de hacer esto y organizarse en colectividades perfectas, mañana cuando le llegue la hora de su reivindicación, le será posible superarse y, mostrar al mundo el poder de su voluntad y el vuelo de su mente".
Tello reconocía que desde la invasión española, se marcó la agonía de lo indígena. Comparándolo a un cataclismo que derrumbó casi desde sus cimientos el edificio nacional que durante muchos siglos había formado el genio andino, así nace una historia de templos saqueados, destruidos, imágenes de dioses e ídolos quemados, etc. donde afloró la codicia y ambición del conquistador, el cual jamás se detuvo a pensar en la gran trascendencia de los templos o huacas y que tras estás edificaciones había una vieja tradición muy arraigada de preservar cautelosamente en recintos sagrados, los restos que conmemoraban a sus héroes, jefes, sacerdotes, guerreros y los cuales estaban acompañados de ofrendas así como diversos objetos de su producción de una excelsa laboriosidad que trascendía la identidad de cada pueblo.
Hoy a la luz de las nuevas investigaciones estos nos indican que los lugares (Huacas, templos, etc.) cumplían la función vital dentro del marco social de ser recintos donde se perpetuaba la memoria de los pueblos y sus antepasados.
Lo cierto es que Tello entendía que la conquista y especialmente está fue un claro ejemplo de un genocidio físico, mental y espiritual, con secuelas culturales, raciales, sociales y políticas gravisímas, que perdura hasta la actualidad.